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lunes, 1 de febrero de 2010


La cartelera de los sapos

Por: Catalina Ruiz-Navarro (Tomado de El Espectador, 31 de enero de 2010)

“Hemos tomado una decisión, vincular a través de la Fuerza Pública a mil jóvenes universitarios de Medellín como informantes del Ejército” anunció el miércoles el presidente Uribe. Al parecer la delincuencia de Medellín, en la zona metropolitana, solo puede reducirse con la ayuda de un ejército de sapos.

Los primeros en pronunciarse frente a una medida tan atroz fueron los de la Asociación de Institutores de Antioquia, ADIDA, que agrupa a los docentes del departamento, quienes señalaron que esta medida pone a los estudiantes como blanco de los grupos criminales. Esto último es el problema más inmediato: unos estudiantes que por 100mil pesos van a arriesgar su vida y su buen nombre; como si Uribe pudiera pedir mil estudiantes a cien mil cada uno, y por esa módica suma hacerlos desfilar hacia el matadero, como si fueran ganado.

Según algunos candidatos presidenciales, como Martha Lucía Ramírez, la medida beneficiará a los estudiantes, que por estar sapiando estarán muy ocupados como para consumir drogas, y que por eso, la medida debía extenderse a las comunas, acaso un tris mas salvajes que el área metropolitana, quien quita que bandas de delincuentes y jóvenes sapos se autodestruyan y así el gobierno sale de ese problemita.

Un sapo es una persona que mete la lengua, pega la oreja y manda la mano donde no debe, y es tal vez de lo mas deplorable de la fauna humana. Hay una diferencia muy grande entre denunciar un delito y sapiarlo. Los denunciantes, actúan desde una motivación y una ética propias, su idea de bien es su única motivación, por lo tanto, es una motivación individual. A los sapos en cambio, no puede importarles menos si lo que informan es o no es un delito, lo que les interesa es su beneficio ulterior, esos cien mil pesitos que a duras penas alcanzaran para una rumba y un cuarto de motel, y en el mejor de los casos, para ayudar en la casa, aun cuando conviertan a su familia en blanco de la delincuencia.

Además, una cultura de sapos no es ni segura ni democrática. Genera desconfianza, paranoia, divide, glorifica eso de vender los principios al mejor postor, y el malo no es quien hace algo incorrecto según mis parámetros, sino quien contraviene a quien me paga. Ninguna cultura de sapos ha salido bien parada, invariablemente la gente termina acusando inocentes por los beneficios de la denuncia, pasó en la inquisición, ha pasado en varias dictaduras, y ahora pasará en Colombia, donde ser sapo, en realidad, solo paga para Manolo Cardona.

Infiltrarse es trabajo de los policías, los estudiantes deben estudiar, porque la educación y las oportunidades es lo que acaba con la delincuencia, no los señalamientos. Concentrarse en ser excelentes, en desarrollar un pensamiento crítico y propio, eso es lo que puede mejorar este país a futuro, pero este gobierno no solo no hace de la educación una prioridad sino que además interfiere con su buen desarrollo, porque muchos de esos sapos, no alcanzarán ni a pasar al tablero.