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lunes, 4 de noviembre de 2013

Semana 39. Actividades y Reflexiones del 4 al 9 de noviembre de 2013


Mucho tacto...
para comunicarnos.
Tomado del Club de la Efectividad
Tocarnos constituye una necesidad básica y fundamental, tan importante como alimentarnos o protegernos de la intemperie. El contacto físico es una de las formas de comunicación más profunda e intensa de los seres humanos. Desde el cotidiano acto de estrecharse las manos, o darse un abrazo -o un beso- como señal de encuentro y despedida, hasta los mimos y caricias entre una madre y su hijo recién nacido (que forman los cimientos de la personalidad), ponen de manifiesto la permanente y poderosa acción del tacto como medio de comunicación.
Algunos actos que involucran el tacto están cargados de agresividad, como el dedo acusador que apuntamos hacia alguien, o un golpe en el rostro. Otros transmiten ternura, como el abrazo que acalla el llanto de un niño, o la mano que colocamos en el hombro del adolescente sin sosiego. Ante semejante poder comunicacional, no ha de sorprendernos que los políticos se acerquen a las multitudes para "entrar en contacto directo con el pueblo", con la esperanza de cosechar votos el día de las elecciones.
Miguel Ángel ya lo sabía cuando pintó a Dios extendiendo una mano hacia Adán, en el techo de la capilla Sixtina... eligió el tacto para representar el don de la vida.






Festival Sonidos del Silencio


Para reflexionar 







El zarpazo. . . La Pérdida de Panamá
Guillermo Aníbal Márquez Cristo
Han pasado 110 años desde el 3 de noviembre de 1903, cuando el departamento más septentrional la República de Colombia y único que entraba en Centroamérica se separó de Colombia, sin embargo, todavía entre el colombiano de a pie hay una sensación de pérdida, de mutilación.
Las circunstancias de esta separación, aún hoy despiertan una acalorada polémica en la que existe más de una visión de los hechos que polarizan las opiniones, el punto final se lo dejamos al gran protagonista: el Canal, un sueño que empezó en la época del descubrimiento y que le dio a Panamá su independencia en 1903 y en 1999, una impresionante obra de ingeniería que partió al continente pero unió al mundo.
Lo que sucedió fue casi un paso de comedia pues para que tuviera éxito la conjura separatista panameña -dirigida paradójicamente por colombianos no istmeños, no necesitaba sino que Estados Unidos le diera su apoyo interponiendo sus naves de guerra entre el istmo y la parte continental del país, toda vez que las comunicaciones entre una u otra parte de este no podían, entonces, hacerse sino por mar. Y para que ese apoyo se consiguiera se confabulaban numerosas circunstancias concomitantes. Ante todo, la decisión tomada ya de modo irrevocable por el presidente Roosevelt de hacer el canal por Panamá por las buenas o por las malas; luego venía el interés económico de la Nueva Compañía del Canal de Panamá que aspiraba a venderle a Estados Unidos, por cuarenta millones de dólares, la parte de la obra realizada por De Lesseps en el istmo, y finalmente estaba el incansable, el pertinaz, el tozudo y obsesivo Bunau-Varilla, quien, a la vez, se encargó de hacer los contactos con los separatistas panameños así como de proveerlos de los fondos necesarios y de mantener informado al secretario Hay y, aun, al mismo presidente Roosevelt de lo que se estaba fraguando en el istmo, de modo que éstos procedieran a darle a los panameños la protección necesaria, pero sin comprometerse oficialmente para nada.  
Efectivamente así se cumplió. El 3 de noviembre, víspera de elecciones generales en Estados Unidos, los panameños se declararon independientes de Colombia, y Estados Unidos no sólo impidió que el ejército colombiano recuperase el territorio istmeño, violando así de modo inaudito el tratado con Colombia de 1846, que precisamente los obligaba a proteger la soberanía de Colombia sobre el territorio del istmo, sino que, con velocidad indecente, reconocieron a Panamá como nación soberana e independiente apenas tres días después de nacida cuando en Bogotá no tenían aún noticia de lo que allí había ocurrido. Pero ahí mismo los “próceres” panameños que habían tramado la conspiración separatista pagaron su pecado y cayeron en su propia trampa. Pues Bunau-Varilla, astutamente, les hizo creer que si no lo nombraban a él ministro plenipotenciario en Washington para negociar un tratado sobre el canal todo se perdería para ellos, pues Estados Unidos les retiraría su protección y los colombianos los invadirían y recuperarían el istmo. Por cuyo sistema, aquel extranjero que nada tenía que ver con Panamá ni en manera alguna representaba los verdaderos intereses de la nueva nación, tuvo la avilantez y cometió el crimen histórico de firmar a nombre de los panameños, un tratado en el que le cedía a los norteamericanos la zona del canal “a perpetuidad”, para que éstos actuaran allí “como si fuesen soberanos”. 
Ese fue el tratado de 1903 que permitió a Roosevelt construir el canal y decir más tarde aquello de “I took Panamá” que pasó a la historia como el acto de fuerza más brutal de su gobierno imperialista; y el mismo, también, a que el general Omar Torrijos, con toda razón, aludió cierta vez diciendo de él que fue “el tratado que nosotros no firmamos”. Pero también fue el que los senadores de los Estados Unidos, haciéndose cómplices de la infame tramoya, aprobaron alegremente en 1903.
En estos instantes, 110 años después, nos encontramos acosados por los mismos enemigos internos, la oligarquía pro yankee, que no cesa con sus planes de globalización o Neoliberalismo económico. Intervenidos en el interior del país, con tropas "amigas" disfrazadas de constructores de escuelas, de empresarios, de inversionistas que ocupan y explotan las montañas, los valles, los ríos y los mares. La historia aunque con otros nombres vuelve y se repite.

Auténticamente únicos
Tomado del Club de la Efectividad
En nuestra cultura de alta-eficiencia, tanto la imaginación como el probar y errar, son juzgados negativamente en la vida adulta. Lo aceptamos en los niños y -precisamente- consideramos un signo de madurez que cambie "esa actitud"...
Muchos piensan que la imaginación es una habilidad "poco realista"... Yo pienso que es esto lo que la hace tan valiosa! Justamente, acudimos a ella para cambiar una realidad que no nos satisface...
Siento que las personas que hoy "no saben qué hacer", están en crisis por no poder expresar su propia individualidad. Por fuera, el mundo global puede vestirles igual, o hacerles oír la misma música... pero por dentro, cada uno de nosotros guarda un tesoro único que espera manifestarse.
La creatividad es la habilidad de manifestar quiénes somos individualmente. La creatividad es liviana: no busca perfección sino expresión; nos hace dar y dar... hasta que encontramos "lo auténticamente nuestro". Somos creativos cuando no tenemos que copiar a nadie y podemos expresarnos como se nos plazca; cuando no tememos al error, ni a la imaginación. La creatividad nos ayuda a conocernos de manera íntegra, uniendo mente y corazón, para poder "Ser"... y sentir coherencia en todo lo que hacemos!


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