100 AÑOS CONSTRUYENDO NACIÓN Y NO TENEMOS EDIFICIO. ¡INDÍGNATE! ¡INDÍGNATE! ¡INDÍGNATE!

viernes, 6 de septiembre de 2013

Semana del 9 al 14 de Septiembre de 2013



Si no ha firmado la petición al Secretario de Educación exigiendo la construcción del colegio   hágalo ya 

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¿ Por qué Derechos Humanos en la Escuela?
A pesar de estar saturados, educar en Derechos Humanos,  debe ser un mandato,una apuesta política y una práctica pedagógica permanente.

Tradicionalmente se ha supuesto que la formación y desarrollo intelectual son garantía para el desarrollo de las instancias morales y la formación de una conciencia social. De aquí se desprende que las escuelas y sus currículos se han organizado, orientado y especializado en impartir conocimientos y saberes universales, suponiendo que en estos están implícitos los mensajes sobre valores y actitudinales que los estudiantes internalizan. En la realidad esto no ha funcionado, entre estos estudiantes “formados” están quienes han sido irrespetuosos y victimarios de sus congéneres (los ejemplos los tenemos todos los días),  violando sistemáticamente los derechos fundamentales y propiciando mayores situaciones de conflicto e insolidaridad.
No es suficiente denunciar o castigar los abusos después que han ocurrido: hay que evitarlos. En la medida en que cada persona aprenda a reconocerse como sujeto pleno de derechos, será capaz de ejercerlos y defenderlos y, a la vez, de respetar y defender su ejercicio por parte de las demás personas.
La temática de los derechos humanos no se agota en las materias de estudio, requiere de una reconsideración de fondo en el currículo tanto explícito como implícito, ya que esta temática de por sí constituye una ideología que debiera estar presente y ser vivida en la enseñanza de los contenidos programáticos si queremos formar ciudadanos y ciudadanas con clara conciencia social y moral en conocimiento pleno de sus deberes y derechos.
La educación en derechos humanos propicia la convivencia pacífica y democrática, cada día más respetuosa de la vida y las libertades individuales, más inclusiva, igualitaria, justa y solidaria para todos y cada. Así vista, se constituye  en un poderoso motor de transformaciones individuales y sociales.
Para aproximarse al conocimiento de los derechos humanos hay que hacerlos desde lo racional, pero también desde lo afectivo. Es un saber que está en la cotidianidad, en el diario vivir, en la vida económica, social y política. En la comunidad, en la familia, en la escuela se vive el respeto o la violación a los derechos humanos.
Es reconociendo la realidad y conflictividad que se genera en la vida diaria, y viviendo los valores vinculados a los derechos humanos, que se puede hablar de aprendizaje. No es solo mera información sobre ellos lo que lleva a interiorizarlos.
Educar en derechos humanos significa que todas las personas—independientemente de su sexo, edad, ocupación, origen nacional o étnico y condiciones económicas, sociales o culturales—tengan la posibilidad real de recibir educación sistemática, amplia y de buena calidad que les permita:
• comprender sus derechos humanos y sus respectivas responsabilidades;
• respetar y proteger los derechos humanos de otras personas;
• entender la interrelación entre derechos humanos, Estado de Derecho y gobierno democrático, y
• ejercitar en su interacción diaria valores, actitudes y conductas coherentes con los derechos humanos y los principios democráticos.
La educación en derechos humanos es en sí misma un derecho, que hace parte del contenido del derecho a la educación, y es condición necesaria para el ejercicio activo de todos los derechos humanos.
El aula es el espacio para aceptar lo que vemos como diferentes, de reconocer el valor de la diversidad y de reconocer en los demás el complemento social que necesitamos para un desarrollo integral.
La nueva educación, implica la instauración de una nueva cultura cuyo fundamento contemple los derechos humanos y cuyo centro sea el ser humano en su dignidad, tomando conciencia de que en cada derecho, que todos y cada uno tenemos, nace el deber de todos y cada uno de respetar ese derecho en los demás.





Las generaciones nacidas en las últimas cinco décadas en Colombia cargan con el peso de la violencia, con el de la incertidumbre y con el del olvido: ¿cuando existirán condiciones sociales que eviten el camino de las armas?¿Cuando cesará el fuego en las montañas?¿Cuánto tiempo va a tomar construir los relatos colectivos del pasado?¿Por qué recordar?¿Cuál es la ganancia al conmemorar, inmortalizar o desenterrar sucesos referentes al dolor ajeno?
Con los años se han tejido diferentes versiones y visiones del conflicto armado y se han desbarato los lazos sociales sobre los que antes se hablada de nación, de cultura y de imaginarios comunes.
La indiferencia alimentada a diario por los medios de comunicación es el principal obstáculo para construir proyectos de país. La guerra ha seducido, ha logrado que los espectadores pierdan la capacidad de aterrarse, de indignarse frente al dolor ajeno. Según Susan Sontag, escritora norteamericana, “Se puede sentir una obligación de mirar fotografías que registran grandes crueldades y crímenes. Se debería sentir la obligación de pensar en lo que obliga mirarlas, en la capacidad efectiva de asimilar lo que muestran. No todas las reacciones a estas imágenes están supervisadas por la razón y la conciencia. La mayor parte de las representaciones de cuerpos atormentados y mutilados incitan, en efecto, interés lascivo”.
Lo que quiere decir que la sociedad es cada vez más cínica y más individualista y contra ello es que surgen proyectos de construcción de la memoria histórica, no sólo en Colombia, sino en los demás países víctimas de violación de los derechos humanos a grandes escalas.
La memoria colectiva vuelve a tener un lugar en la opinión pública y sobre todo en los procesos de reconciliación. Su valor radica en reunir de nuevo a los individuos frente a un mismo imaginario y tejer una identidad común. Además, le devuelve, a las sociedades, la esperanza que habrá un futuro mejor.
¿Será la hora de indignarnos?

Semana Por la Paz ¿Qué es ? 
 Septiembre 8 a 14 de 2013

Es un escenario que busca hacer visible los procesos y esfuerzos de miles de personas y organizaciones de la sociedad civil que trabajan por el logro de la paz, la resolución pacífica de los conflictos  y por la construcción de iniciativas para dignificar la vida.
Desde 1994, Redepaz, la Conferencia Episcopal de Colombia, Pastoral Social y un grupo de organizaciones sociales y comunitarias, defensoras de los Derechos Humanos, constructoras de paz, instituciones educativas, artistas y medios de comunicación, dinamizan ininterrumpidamente desde hace 19 años la Semana por la Paz, luego de que el Programa por la Paz en 1993 les entregara esa responsabilidad.
Cada año ese grupo de organizaciones, instituciones, procesos, iniciativas y personas llenan de contenido la Semana, tocando diferentes temáticas relacionadas con la realidad que atraviesa el país.
Manuela al día invita a toda la comunidad dedicativa a formar parte de los talleres y actividades que se realizarán para conmemorar esta iniciativa de paz y reconciliación  entre los colombianos.



Dibujo adaptado de http://nevada.ual.es
Yuried Díaz Hernández. 
(Curso: 1001) dice:

Debemos innovar el pensamiento y defender lo que pensamos cuestionando las cosas para tener respuestas válidas.
Ser diferente no ir con la monotonía del país, no creer todo lo que dice la gente, comunicar y discutir la situación del país, leyendo en las fuentes para informarnos de nuestra realidad, no ver noticias nacionales como Caracol y RCN porque lo único que hacen es decir mentiras y no informan bien a pueblo.


Camila Corredor Cortés 
(Curso 1007) dice:

No dejemos de luchar por nuestro pueblo como pueblo ya que  nuestra salvación  es el pueblo.



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