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lunes, 15 de febrero de 2010

NOTICIAS BICENTENARIAS

¿Qué tanto queda de aquello que llamamos independencia?

Mauricio Rodríguez Amaya.

Integrante del Equipo Pedagógico del CADEL de Teusaquillo

No había bajado el alborozo por la patria nueva, cuando los caudillos criollos repletos de medallas y laureles, se aprestaban a imponer las banderas de los Estados Unidos en las nuevas naciones. Bolívar observó con desamparo la treta que se fraguaba contra la libertad, y preocupados por su reacción, los nuevos lacayos planearon su muerte. Escapó el padre de la Gran Colombia a la intentona homicida, pero no pudieron nuestros pueblos frenar el espíritu entreguista de una estirpe demasiado enseñada a obedecer y sumamente preocupada por expandir sus fortunas aún a costa de las patrias libres. Santander nos endeudó hasta siempre con el Norte; Mariano Ospina Rodríguez promovió una frenética campaña de anexión a los Estados Unidos, que de no haber sido por la intervención histórica del General Mosquera, seguramente habría consumado su genuflexo idilio. Rafael Núñez trajo a los marines de la patria gringa para defender su degenerada regeneración y el favor fue pagado años después por otro conservador de bajo cuño: José Manuel Marroquín, quien pagó con Panamá los favores recibidos por el gobierno Yankee durante el exterminio fratricida de guerra de los mil días. Tras las bayonetas vinieron las multinacionales y con ellas la expoliación de la madre tierra y el hambre para los colombianos. Incontables son las maniobras entreguistas de los gobiernos de turno durante el siglo XX, salvo contadas excepciones. Militarismo, dominación de la economía e ideología del consumismo, son las principales consecuencias de la entrega al poder imperial de los Estados Unidos de Norteamérica. Solo por esto días el títere de turno ha entregado las bases militares en manos extranjeras, necesarias para preparar sus nuevas aventuras contra los gobiernos que en esta porción del continente trabajan por hacer posible el sueño de Bolívar y Nariño, San Martín y Manuela. Tenía razón Iriarte al plantear que las republiquetas que nacieron de nuestra independencia se parecen a sus genuinos fundadores. Si se parecieran a Nariño y a Bolívar, serían los Estados Unidos de Hispanoamérica.

La libertad está en ciernes; estamos amarrados al empréstito externo, y con este se manipula la política y el pensamiento. Las escuelas se empeñan por repetir las doctrinas que conducen al destino manifiesto, la televisión goza con la copia y los gobiernos se entregan antes que les pidan. Por eso, el bicentenario es una época para conmemorar aprendizajes y derrotas, de vivas victoriosas y lágrimas de muertes y tristezas. La época del bicentenario es para pensar sobre lo que hemos hecho con la patria de Nariño y Galán, Santander y Policarpa, de Caldas, de Torres y doña Antonia Santos. Vale la pena pensar si hemos hecho lo honrosamente correcto con la obra de la independencia, si hemos hecho de la patria el hogar deseado y el terruño que ofrecerá la sabia de nuestros nietos y bisnietas. La época del bicentenario es también una oportunidad para mirar el presente, no con la vista puesta en las fiestas de reverberaciones sobre lo acontecido hace ya tantos años, sino con la mirada en el futuro, que es el futuro de la humanidad. La época del bicentenario debe servir para reflexionar si nuestro pueblo tiene la dimensión histórica del reto que le corresponde, en medio de una patria mancillada y dolida por los azotes del tirano de turno o del protervo imperio que los manda.

Recuperar el camino de la independencia, no es cuento del pasado ni oblación de héroes: es el compromiso de quienes soñamos con un mundo libre de las tiranías remotas y cercanas, es nuestro compromiso con una generación que aspira abrazar la naturaleza como a nuestra propia madre y percatarnos que la hemos abandonado en manos avarientas y toscas al calor y al amparo. Volver a pensar la independencia, es cuestión de orientar la mirada en el horizonte, donde está la esperanza.

Otros escritos del autor en http://.bajolamole.blogspot.com