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domingo, 25 de marzo de 2012

Sobre el Servicio Militar Obligatorio en Colombia.



A discreción
Por: Ramiro Bejarano Guzmán
Tomado de www.elespectador.com
25 de marzo de 2012

Sorprende que haya pasado desapercibido el anuncio del general Navas, según el cual entre las varias reformas que se propone implementar en las filas castrenses, está la de enviar al frente de batalla a soldados bachilleres.
¿Queremos que nuestros muchachos en edad de ingresar a la universidad, en vez de educarse vayan a la guerra? Obviamente nadie quiere que la juventud termine dando bala y expuesta en las selvas colombianas. Pero la realidad y la necesidad superan de lejos el deseo.
Muy seguramente los padres de muchos jóvenes que están terminando su bachillerato, cuando entiendan la dimensión de esta declaración del general Navas pondrán el grito en el cielo, y no sin razón, más ahora que vinimos a saber que nuestras Fuerzas Militares incurren en errores de táctica que exponen la seguridad de los soldados, como ocurrió con la criminal emboscada de las Farc que acabó con la vida de 11 uniformados, asesinados a temprana edad.
Si todos los colombianos tuviesen que prestar servicio militar, incluidos los grandes apellidos y los hijos de los poderosos, el conflicto interno que lleva medio siglo sin resolverse, a lo mejor las llamadas fuerzas vivas de la sociedad habrían estado dispuestas a solucionarlo por la vía del diálogo y a despojarse de varios de sus bienes para contribuir a la reconciliación. No es un secreto que solamente los de ruana o personas humildes son los seleccionados para que presten el servicio militar. En esa selección no clasifican los colegiales que cuentan con padres pudientes, recursos importantes y que tienen abiertas todas las opciones en la vida. En el peor de los casos, cuando son escogidos, la milicia para ellos no es dura sino benigna, porque los destinan a tareas administrativas.
No hay duda, en Colombia los llamados apellidos de casta son todos nombrables y elegibles, pero ninguno tiene tarjeta militar de primera. Los muertos del conflicto interno no son los vástagos de la plutocracia, ni los del estrato seis, mucho menos los perfumados yupis. Los sacrificados, por lo general, son campesinos de provincia, el dolor de sus muertes apenas estremece a los suyos y relacionados, jamás al resto de la Nación.
Hay que admitirlo, así resulte duro. Las clases sociales no viven de igual manera el conflicto interno. Unas lo padecen directamente porque ponen la sangre y el sufrimiento, mientras las demás lo ven por televisión y se escandalizan de un día para otro con las noticias, y hasta son capaces de asistir a una marcha contra la violencia, pero no van más allá, porque por sí y ante sí, tienen ganado el derecho a gozar del privilegio de no involucrarse en ese drama.
Si la idea del general Navas llevando a soldados jóvenes al frente de batalla en verdad logra erradicar la odiosa discriminación entre los llamados a tomar las armas para defender el Estado, de manera que pobres y ricos presten el servicio militar, como sucede en los países desarrollados, entonces esa propuesta no hay que despreciarla. Por supuesto, no se trata de que mueran más compatriotas, sino de repartir las cargas de esta dolorosa tragedia. Tal vez ese día, cuando muchos colombianos vean el rostro de la muerte en carne propia, podrán comprender lo irracional de esta guerra en la que ni ganamos, pero tampoco nos derrotan.
Adenda. El exembajador de Argentina en Colombia, Martín Balza, ha publicado el libro “Mi historia argentina”, interesante y bien documentado. Destaco su impresionante relato sobre el mensaje que como jefe del estado mayor y general del Ejército se atrevió a dirigir el 25 de abril de 1995, autocriticando a las Fuerzas Armadas y pidiendo perdón al pueblo argentino por los crímenes de los militares en la dictadura. Una lección de democracia, civilidad y decencia que aquí le haría bien a ciertos estamentos militaristas.
Si quiere escribir al autor: notasdebuhardilla@hotmail.com